AÑO I - Nº1, DICIEMBRE 2002
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ISSN 0718-123X   

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PRESENTACIÓN
EDITORIAL
 

Instituciones sordas y ciudadanos mudos .
Eolo Díaz-Tendero E. (Depto. Gobierno y Gestión Pública)

 

Estabilidad macroeconómica, crecimiento y equilibrio fiscal: El caso del presupuesto 2003.
- Leonardo Letelier S. (Depto. Gobierno y Gestión Pública)

 
Vigencia de Maquiavelo.
Carlos Miranda V. (Depto Ciencia Política)
 
¿Hacia un nuevo modelo de universidad?.
Raúl Urzúa F. (Depto. Políticas Públicas)
 
La cobertura de la información sobre seguridad ciudadana por parte de los medios de comunicación.
Hugo Fruhling - Cecilia Dastres. (Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana)
 

NUMEROS ANTERIORES

 

Vigencia de Maquiavelo

Carlos E. Miranda
Departamento de Ciencia Política

En el ámbito de la teoría política, Maquiavelo ha sido durante siglos uno de los autores más estudiados; pero también ha sido uno de los peor comprendidos. Un indicio revelador de esta incomprensión es que si bien generalmente se reconoce el carácter fundacional de su obra, tal reconocimiento suele ir acompañado por una negativa imagen moral de su figura. En efecto, al florentino se le ha catalogado como un "hombre malvado" o como un "genio del mal". Calificaciones como éstas me parecen no sólo erróneas sino además injustas, como también lo es, por cierto, el calificativo "maquiavélico", según intentaré demostrar más adelante.

¿Qué es lo que realmente hizo Maquiavelo? ¿Cuál fue su aporte a la evolución de la teoría política? El florentino provocó una abrupta ruptura con respecto a la tradición clásica en lo referente al estudio y a la comprensión de lo que es la política, y esto lo hizo a partir del análisis de hechos históricos ilustrativos del funcionamiento real de la política. En otros términos, él propuso sustituir el enfoque normativo clásico orientado hacia el "deber ser" político por un enfoque centrado en los hechos. Por esto, es posible sostener que la materia prima de sus análisis es la historia, cuyo estudio le permite establecer que a lo menos en los momentos cumbres de la política, esto es, los que provocan grandes transformaciones sociales, las consideraciones morales juegan un escaso papel.

El mayor cambio político consiste en la fundación o instauración de un nuevo régimen, lo que suele ocurrir como consecuencia de alguno de esos momentos culminantes (revoluciones, guerras, conquistas). La característica común, siempre presente en este tipo de acontecimientos, es el uso de la violencia. Pero esos son los momentos más relevantes de la política, y en ellos la moral no tiene lugar. Etica y política, por lo tanto, son dos esferas de actividad distintas y separadas. En consecuencia, el estudio de la política que tiene por objetivo alcanzar una comprensión de ella, debe mantener la misma separación de ambas esferas que se da en la práctica. En llevar a cabo esta separación consistió la innovación fundamental que introdujo Maquiavelo en el análisis de la política. A él no le interesaba el "deber ser" político; lo que le interesaba era la política real, esto es, la política tal cual es y ha sido en todo tiempo y lugar. Y según su percepción, en la realidad factual la política está más vinculada al poder que a la moral o a la virtud.

La política consiste en la lucha por el poder

Este principio es establecido por Maquiavelo a partir de su estudio de la historia. Y lo mismo ocurre con los "consejos" que proporciona al príncipe o al que aspira a serlo, los cuales están basados en su autoproclamada experiencia y conocimiento de la historia. Pero Maquiavelo no es el inventor ni menos aún el autor de los crímenes que él sólo analiza y que fueron cometidos por otros. Estos serían los verdaderos maquiavélicos, si hemos de aplicar a alguien tal calificativo. En otros términos, Maquiavelo no inventó una nueva manera de hacer política, como se le suele atribuir, sino que si algo inventó fue una nueva manera de estudiarla; inauguró un nuevo método de análisis de la política basado en la observación de las acciones efectivas de actores relevantes. Su finalidad última era comprender la política para volverla más eficaz. Su propósito declarado era "escribir algo útil para quien comprenda", y para ello le parecía más beneficioso seguir la verdad fáctica de las cosas que las imaginaciones acerca de ellas, porque, advierte, "muchos han imaginado repúblicas y principados que nunca han sido vistos o conocidos en la realidad, debido a que hay tal distancia entre la manera como uno vive y la manera como uno debiera vivir, que el que descuida el estudio de lo que se hace por el estudio de lo que debiera hacerse, aprende lo que conduce a su ruina más que lo que conduce a su preservación" (El Príncipe, cap. XV).

Este párrafo es ilustrativo de la ruptura emprendida por Maquiavelo respecto de la tradición clásica y de la finalidad práctica de sus enseñanzas. La preservación del príncipe depende de su eficacia para gobernar, y para lograrla pueden ser útiles los ejemplos de las acciones de príncipes exitosos del pasado. Esto explica el recurso a la historia propio del método maquiaveliano. Lo que interesa es el bien político, el que involucra no sólo al príncipe sino también a sus gobernados. La suerte del príncipe y la de sus súbditos están interrelacionadas: el bien político es el bien de la comunidad, no sólo el bien del príncipe. La ruina de éste, su eventual caída, no sólo lo afecta a él sino también a su pueblo, ya que acontecimientos de este tipo son consecuencia de convulsiones sociales que generan momentos de inestabilidad e inseguridad que ponen en peligro la vida de todos. Maquiavelo tuvo la experiencia directa de estos males en los agitados tiempos en que le tocó vivir, y por eso postuló como los dos elementos más esenciales del bien político la seguridad y la estabilidad.

Por cierto, para el logro de éstos y otros objetivos del bien común se requiere poder. Desde esta perspectiva, la búsqueda por parte del príncipe de mantener y, si le es posible, aumentar su poder, aparece como un deber del gobernante que cuida de proporcionar a sus súbditos seguridad y bienestar.

En el cumplimiento de esta tarea, el príncipe puede quedar eximido del acatamiento estricto de las normas morales que rigen para el resto de los hombres. Pero esta eximición no es absoluta ni permanente, sino que está condicionada y limitada por la necesidad política, esto es, por "razones de Estado", y atendiendo siempre al bien común. Este es el verdadero fin de la política, y es sólo en vistas de este fin que cualquier medio queda justificado. La famosa máxima de Maquiavelo -que paradojalmente él nunca escribió- no es, pues, una justificación del uso de cualquier medio para cualquier fin.

El Príncipe no es un manual para déspotas o tiranos, lo es para gobernantes que en el ejercicio del poder deben enfrentar situaciones difíciles que deben resolver eficazmente, aunque para ello quizás necesiten emplear medios moralmente reprobables. Un príncipe no puede, por ejemplo, decir siempre "toda la verdad" acerca de los asuntos de Estado; pero tampoco puede ocultar permanentemente los hechos porque si lo hace caerá en el descrédito y los ciudadanos perderán la confianza en él. De manera análoga, no puede ser siempre compasivo, pero si aplica medidas crueles éstas deben estar justificadas. Al príncipe le es conveniente hacerse temer, pero las decisiones que tome con tal propósito nunca deben ser excesivas o arbitrarias, pues en tal caso en lugar de inspirar temor despertará el odio de su pueblo, que es la semilla de las conspiraciones y rebeliones.

Estas limitaciones en el ejercicio del poder son típicas del pensamiento maquiaveliano y están basadas en su experiencia y conocimiento de la historia y de la naturaleza humana. Considerarlas debidamente contribuirá al logro efectivo del bien común. Los consejos del florentino apuntan a esta meta y, en este sentido, conservan su vigencia tanto en la teoría como en la práctica.

 

AGENDA PÚBLICA / AÑO I– N° 1- Diciembre 2002

®Agenda Pública, Preparada por el Departamento de Gobierno y Gestión Pública
del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.