Vigencia de Maquiavelo
Carlos E. Miranda
Departamento de Ciencia Política
En el ámbito de la teoría política,
Maquiavelo ha sido durante siglos uno de los autores más estudiados;
pero también ha sido uno de los peor comprendidos. Un indicio
revelador de esta incomprensión es que si bien generalmente se
reconoce el carácter fundacional de su obra, tal reconocimiento
suele ir acompañado por una negativa imagen moral de su figura.
En efecto, al florentino se le ha catalogado como un "hombre malvado"
o como un "genio del mal". Calificaciones como éstas
me parecen no sólo erróneas sino además injustas,
como también lo es, por cierto, el calificativo "maquiavélico",
según intentaré demostrar más adelante.
¿Qué es lo que realmente hizo Maquiavelo?
¿Cuál fue su aporte a la evolución de la teoría
política? El florentino provocó una abrupta ruptura con
respecto a la tradición clásica en lo referente al estudio
y a la comprensión de lo que es la política, y esto lo
hizo a partir del análisis de hechos históricos ilustrativos
del funcionamiento real de la política. En otros términos,
él propuso sustituir el enfoque normativo clásico orientado
hacia el "deber ser" político por un enfoque centrado
en los hechos. Por esto, es posible sostener que la materia prima de
sus análisis es la historia, cuyo estudio le permite establecer
que a lo menos en los momentos cumbres de la política, esto es,
los que provocan grandes transformaciones sociales, las consideraciones
morales juegan un escaso papel.
El mayor cambio político consiste en la fundación
o instauración de un nuevo régimen, lo que suele ocurrir
como consecuencia de alguno de esos momentos culminantes (revoluciones,
guerras, conquistas). La característica común, siempre
presente en este tipo de acontecimientos, es el uso de la violencia.
Pero esos son los momentos más relevantes de la política,
y en ellos la moral no tiene lugar. Etica y política, por lo
tanto, son dos esferas de actividad distintas y separadas. En consecuencia,
el estudio de la política que tiene por objetivo alcanzar una
comprensión de ella, debe mantener la misma separación
de ambas esferas que se da en la práctica. En llevar a cabo esta
separación consistió la innovación fundamental
que introdujo Maquiavelo en el análisis de la política.
A él no le interesaba el "deber ser" político;
lo que le interesaba era la política real, esto es, la política
tal cual es y ha sido en todo tiempo y lugar. Y según su percepción,
en la realidad factual la política está más vinculada
al poder que a la moral o a la virtud.
La política consiste en la lucha por el poder
Este principio es establecido por Maquiavelo a partir
de su estudio de la historia. Y lo mismo ocurre con los "consejos"
que proporciona al príncipe o al que aspira a serlo, los cuales
están basados en su autoproclamada experiencia y conocimiento
de la historia. Pero Maquiavelo no es el inventor ni menos aún
el autor de los crímenes que él sólo analiza y
que fueron cometidos por otros. Estos serían los verdaderos maquiavélicos,
si hemos de aplicar a alguien tal calificativo. En otros términos,
Maquiavelo no inventó una nueva manera de hacer política,
como se le suele atribuir, sino que si algo inventó fue una nueva
manera de estudiarla; inauguró un nuevo método de análisis
de la política basado en la observación de las acciones
efectivas de actores relevantes. Su finalidad última era comprender
la política para volverla más eficaz. Su propósito
declarado era "escribir algo útil para quien comprenda",
y para ello le parecía más beneficioso seguir la verdad
fáctica de las cosas que las imaginaciones acerca de ellas, porque,
advierte, "muchos han imaginado repúblicas y principados
que nunca han sido vistos o conocidos en la realidad, debido a que hay
tal distancia entre la manera como uno vive y la manera como uno debiera
vivir, que el que descuida el estudio de lo que se hace por el estudio
de lo que debiera hacerse, aprende lo que conduce a su ruina más
que lo que conduce a su preservación" (El Príncipe,
cap. XV).
Este párrafo es ilustrativo de la ruptura emprendida
por Maquiavelo respecto de la tradición clásica y de la
finalidad práctica de sus enseñanzas. La preservación
del príncipe depende de su eficacia para gobernar, y para lograrla
pueden ser útiles los ejemplos de las acciones de príncipes
exitosos del pasado. Esto explica el recurso a la historia propio del
método maquiaveliano. Lo que interesa es el bien político,
el que involucra no sólo al príncipe sino también
a sus gobernados. La suerte del príncipe y la de sus súbditos
están interrelacionadas: el bien político es el bien de
la comunidad, no sólo el bien del príncipe. La ruina de
éste, su eventual caída, no sólo lo afecta a él
sino también a su pueblo, ya que acontecimientos de este tipo
son consecuencia de convulsiones sociales que generan momentos de inestabilidad
e inseguridad que ponen en peligro la vida de todos. Maquiavelo tuvo
la experiencia directa de estos males en los agitados tiempos en que
le tocó vivir, y por eso postuló como los dos elementos
más esenciales del bien político la seguridad y la estabilidad.
Por cierto, para el logro de éstos y otros objetivos
del bien común se requiere poder. Desde esta perspectiva, la
búsqueda por parte del príncipe de mantener y, si le es
posible, aumentar su poder, aparece como un deber del gobernante que
cuida de proporcionar a sus súbditos seguridad y bienestar.
En el cumplimiento de esta tarea, el príncipe
puede quedar eximido del acatamiento estricto de las normas morales
que rigen para el resto de los hombres. Pero esta eximición no
es absoluta ni permanente, sino que está condicionada y limitada
por la necesidad política, esto es, por "razones de Estado",
y atendiendo siempre al bien común. Este es el verdadero fin
de la política, y es sólo en vistas de este fin que cualquier
medio queda justificado. La famosa máxima de Maquiavelo -que
paradojalmente él nunca escribió- no es, pues, una justificación
del uso de cualquier medio para cualquier fin.
El Príncipe no es un manual para déspotas
o tiranos, lo es para gobernantes que en el ejercicio del poder deben
enfrentar situaciones difíciles que deben resolver eficazmente,
aunque para ello quizás necesiten emplear medios moralmente reprobables.
Un príncipe no puede, por ejemplo, decir siempre "toda la
verdad" acerca de los asuntos de Estado; pero tampoco puede ocultar
permanentemente los hechos porque si lo hace caerá en el descrédito
y los ciudadanos perderán la confianza en él. De manera
análoga, no puede ser siempre compasivo, pero si aplica medidas
crueles éstas deben estar justificadas. Al príncipe le
es conveniente hacerse temer, pero las decisiones que tome con tal propósito
nunca deben ser excesivas o arbitrarias, pues en tal caso en lugar de
inspirar temor despertará el odio de su pueblo, que es la semilla
de las conspiraciones y rebeliones.
Estas limitaciones en el ejercicio del poder son típicas
del pensamiento maquiaveliano y están basadas en su experiencia
y conocimiento de la historia y de la naturaleza humana. Considerarlas
debidamente contribuirá al logro efectivo del bien común.
Los consejos del florentino apuntan a esta meta y, en este sentido,
conservan su vigencia tanto en la teoría como en la práctica.