Algunas limitaciones de las encuestas telefónicas
en los Estudios de Opinión Pública
Gustavo Martinez
Centro de Estudios de Opinión Pública
El profesor Gustavo Martínez,
Director del Centro de Estudios de Opinión Pública del
INAP hace un análisis crítico de los instrumentos utilizados
en las encuestas telefónicas de opinión pública
y su impacto en la información que se entrega a la población.
Durante la década de los 90 hemos visto en Chile
florecer una actividad muy pujante en materia de estudios de opinión
pública, lo que ciertamente es bueno para el país.
En la medida que más institutos universitarios
y empresas compitan con sus estudios, mayores serán las posibilidades
que nuestra clase política comprenda mejor esa escurridiza y
esquiva ciudadanía, cada día más crítica
de gobernantes y partidos políticos.
Pero ese conocimiento será mejor en la medida
que nuestros investigadores trabajen con más adecuados procedimientos
metodológicos. Es por ello que queremos llamar la atención
respecto de algunos problemas técnicos que presentan las llamadas
encuestas telefónicas, las que se emplean cada vez con mayor
frecuencia en nuestro país, e incluso hay algunos institutos
que la utilizan como el único procedimiento de aplicación
del instrumento de medición.
Las encuestas telefónicas son útiles de
emplear en los países que tienen una amplísima cobertura
de teléfonos domiciliarios, razón por la cual donde ello
no ocurre genera lo que técnicamente se denomina "sesgo
de cobertura".
Por tal expresión se quiere indicar el generar
estimaciones incorrectas, producidas precisamente por las exclusiones
de todas las personas que no poseen teléfonos de red fija y que
quedan marginadas de la posibilidad de ser sorteados aleatoriamente
del marco muestral de teléfonos, desde donde se obtiene la muestra.
Como es obvio una muestra telefónica solo puede representar -bajo
la condición de ser muestra probabilística- a la población
con teléfonos, pero no a los que carecen de ellos.
Las encuestas telefónicas parecieran no merecer,
en principio, ninguna crítica como método de recolección
de datos y representar una alternativa a la entrevista domiciliaria
cara a cara en los estudios de opinión pública y marketing.
Sin embargo, hay diferencias sustanciales entre las entrevistas cara
a cara y las telefónicas. Así, el hecho de que la persona
entrevistada no vea a la persona que lo entrevista, puede motivar el
no proporcionar la misma respuesta que habría entregado en caso
de entrevistas personales (cara a cara). Las razones para esto pueden
encontrarse en la natural desconfianza de entregar información
a alguien a quien no se está viendo y de quien no se puede estar
seguro de que pertenezca realmente a una entidad que efectivamente realiza
estudios. Ello explica las altas tasas de rechazo de las encuestas telefónicas.
Igualmente, no debemos olvidar los importantes aspectos
relacionados con el diseño muestral, pues es este aspecto el
que determina en qué medida la muestra representa el universo
que interesa estudiar.
El entrevistado debiera proporcionar al entrevistador
telefónico, una lista con todas las personas que habitan en el
hogar y que, por definición, pertenecen al universo. Sin embargo,
no hay forma de constatar que la lista entregada realmente es la correcta.
De esa lista debiera seleccionarse aleatoriamente a la persona a entrevistar.
Si esa persona no se encontrara en casa se debiera averiguar la hora
en que se le pudiera encontrar e insistir en entrevistarla a ella.
Sin embargo, este método es engorroso, y por lo
tanto los institutos que realizan estos estudios en Chile, suelen acudir
a los métodos del muestreo de cuotas, pidiendo entrevistar a
personas de sexo y edad determinados, reemplazando a los hogares seleccionados
aleatoriamente por otros en que en el momento de las llamadas telefónicas,
estén presentes personas de esas características. Esto
implica reemplazos de hogares y reemplazos de personas lo que va en
contra de la definición misma de una muestra probabilística,
transformando la muestra que debiera ser probabilística en una
muestra de cuotas, con todas sus limitantes, entre ellas su falta de
representatividad y la incapacidad técnica de calcular la precisión
de sus resultados.
Estos aspectos que hemos enunciado no son un problema
menor en los estudios de opinión pública y conducta electoral
porque si las personas excluidas tuviesen opiniones, actitudes o conductas
diferentes en su distribución que la que poseen aquellos incluidos
con ponderaciones incorrectas en la muestra, entonces las distribuciones
para totales entregados por la muestra para las variables bajo estudio,
también podrían ser muy diferentes a las distribuciones
que se obtendrían en caso de efectuarse la encuesta por cobertura
completa del universo (encuesta censal).
Vemos con preocupación que en Chile quienes
emplean estas muestras suelen no aclarar suficientemente a la prensa
o a los usuarios los alcances de representatividad de sus muestras.
Es cierto que las encuestas telefónicas constituyen
un procedimiento de recolección de datos barato y rápido,
razón que ha explicado su empleo desde 1937 en los Estados Unidos
y en otros países. Pero no es menos cierto que la calidad de
la información que ellas proporcionan suele ser inferior a la
de las entrevistas personales por lo cual los usuarios de estas encuestas
deberían sopesar adecuadamente las ventajas de costo y rapidez
de ellas con la incertidumbre de sus estimaciones.