Continuando la línea de
reflexión que inició el profesor Carlos Miranda en el
número anterior de Agenda Pública, otra perspectiva es
presentada hoy por el profesor Ricardo Hormazábal a propósito
de la guerra en Irak
La decisión del Presidente Bush de saltarse las
reglas del derecho internacional e invadir Irak, encuentran una buena
justificación en Maquiavelo. En efecto, éste escribió
en El Príncipe : "Previsores los romanos, los conjuraron
(los peligros) siempre antes que de que aumentaran, aún a costa
de una guerra, pues sabían que las guerras no se evitan por diferirlas,
y si se difieren, es en provecho del enemigo. Con Filipo y Antíoco
pelearon en Grecia para no tener que luchar más tarde contra
ambos en Italia. Fácil les era entonces eludir la guerra, pero
no quisieron, ni hicieron nunca uso de la tan repetida máxima
de sabios de nuestros días de que conviene ganar tiempo.."
1
Maquiavelo no es el inventor
ni el autor de los procedimientos engañosos ni de los crímenes
que analiza, pero, en mi opinión, sí es responsable de
las recetas que da para obtener o mantener el poder, al igual como son
responsables sus seguidores contemporáneos. Veamos
un ejemplo: "..cuando se conquistan estados en una comarca distinta
en lengua, costumbres y régimen, las dificultades son numerosas
y se necesitan gran fortuna y grandísimo talento para conservarlos.
Uno de los mayores y más eficaces medios de conseguirlo consiste
en que el conquistador traslade su residencia a la tierra conquistada.
Esto hará la posesión más segura y duradera."
2
Esa línea de acción pareciera ser la opción
del Gobierno del Presidente Bush. El ha expresado abiertamente su opinión:
"Reconstruir Irak exige un compromiso sustancial de muchas naciones,
incluyendo nuestra propia permanencia en Irak durante todo el tiempo
que sea necesario, y ni un día más" 3
Para enfatizar aún más esta concepción
y como una manera de enfrentar las criticas que sobre esta decisión
se han expresado, el primer mandatario de USA agrega: "Hubo un
tiempo en que muchos dijeron que las culturas de Japón y Alemania
eran incapaces de asumir los valores democráticos. Bueno, ellos
estaban equivocados. Algunos dicen lo mismo hoy. Se equivocan. La nación
del Irak-con su orgullosa herencia, abundancia de recursos y las capacidades
de su gente- es absolutamente capaz de avanzar hacia la democracia y
vivir en libertad." 4
No escapará al lector el hecho que ambos ejemplos
pueden ser considerados exitosos, junto con recordar que ello implicó
la presencia de las tropas vencedoras por más de 50 años
en cada uno de eso países.
El florentino tenía como finalidad en su
libro "escribir cosas útiles a quienes las lean, y juzgo
más conveniente decir la verdad tal cual es, que como se imagina;
"porque muchos han visto en su imaginación repúblicas
y principados que jamás existieron en la realidad." 5
En muchos períodos, los estadoudinenses, han sentido
que recae sobre sus hombros una verdadera misión, proyectar las
ideas de la democracia y la libertad a lo ancho del mundo. Por supuesto
que sentimientos tan nobles merecen respeto, pero el análisis
de sus conductas prácticas, lleva a concluir que han tenido más
relevancia los intereses propios del país del norte, sean estos
nacionales o económicos.
En todo caso, cuando se habla de un país como
Estados Unidos, no se debe cometer el error de absolutizar. Existen
allí pluralidad de opciones y de enfoques que muchas veces, son
capaces de morigerar las aplicaciones de una reiterada "real politik",
cuyas bases se sustentan en lo que se reconoce la innovación
fundamental de Maquiavelo, esto es, considerar la ética y la
política como algo separado. Son precisamente los seguidores
del florentino, al desconocer la indisoluble relación que existe
entre moral y política, entre ética y conducta humana
libre y racional, los responsables de abusos y excesos que asolan a
la humanidad.
Henry Kissinger, fiel exponente de esta corriente, recuerda
a uno de sus predecesores, el Cardenal Richelieu , quién hace
300 años atrás impulsaba un modelo de sociedad mundial
en el que" Los Estados no estaban ya sometidos a las exigencias
de un código moral" 6
Reconociendo un hecho innegable, que él mismo
ha contribuido a mantener vigente, el mismo autor expresa"Las naciones
han antepuesto generalmente el interés propio a los grandes principios"
y " Han cuidado más la competencia que la cooperación".
Respecto del futuro, nos hace una predicción :
"Pocas cosas nos permiten suponer que estos inveterados comportamientos
vayan a cambiar en los próximos decenios" 7
. Los trágicos errores cometidos por los seguidores de esta
escuela y sus variantes, nos señalan que hay mucho que hacer
para enfrentar ese tenebroso pronóstico, en dónde todos
tenemos algo que aportar.
El Príncipe no puede ser "un manual para
gobernantes que en el ejercicio del poder deben enfrentar situaciones
difíciles que deben resolver eficazmente, aunque para ello quizás
necesiten emplear medios moralmente reprobables", como afirman
algunos intelectuales y aplican políticos muy importantes.
Es cierto que quién ejerce la autoridad se encuentra
frente a ciertas situaciones límites, pero si no tiene una sólida
sustentación valórica, pierde legitimidad.
La Comunidad Internacional ha estado intentando progresar
y consolidar el respeto de ciertos valores compartidos. Los intentos
de superar las rigideces de concepciones de soberanía superadas
por las demandas del nuevo mundo, los retrocesos que implican las guerras
desatadas al margen de las organizaciones internacionales comunes que
nos hemos dado, nos tienen que exigir más acción guiada
por valores y no más un supuesto realismo destructor que pretende
escudarse en la éticamente válida argumentación
de la autodefensa.
En otra ocasión, quisiéramos referirnos
al enfoque sobre el conflicto entre civilizaciones que, entre otros
autores, Samuel P. Huntington, en una perspectiva y Hans Küng en
otra, han planteado como desafíos de presente y futuro.
Entre tanto, con los ojos abiertos, hay que estudiar
a figuras literarias como Maquiavelo y otros, analizar las conductas
de quienes dirigen los destinos de los pueblos y exigirles a hacer las
cosas de un modo sustancialmente diferente. Un país cómo
el nuestro puede aunar voluntades, que superan los marcos de gobierno
y oposición, para una política interna y externa fundada
en principios y con una adecuada ponderación de todos los factores
que enmarcan su quehacer.
Los acontecimientos recientes vinculados a la trágica
guerra desatada ,así lo prueban. Hoy más que nunca nos
sentimos interpretados con la virtud teologal de la esperanza, que formulada
antes por Aristóteles, hace 24 siglos, significa "El sueño
de un hombre despierto".
Notas
1.- Maquiavelo,
Nicolás, El Príncipe, ediciones Quinto Sol,4ª edición,1988,México,
página 11
2.- Idem,pág.9.-
3.- Presidente discute el futuro de
Irak, pág 2, publicaciones de la Casa Blanca, sitio oficial internet,06/03/2003.
4.- Idem,pág.3.
5.- El Príncipe, página
37.-
6.- Kissinger,Henry,Diplomacy, Nueva
York 1994,pág 67.
7.- Idem,pág.19.